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COLUMNA: CRITICAN A LOS QUE CRITICAN

POR: JACOBO OTERO

En los últimos días, algunos comunicólogos han escrito artículos de opinión en los que critican a quienes critican la estrategia nacional contra el coronavirus del Gobierno de México. Argumentan que toda persona, que no sea epidemióloga, carece de autoridad (y hasta de oportunidad) para cuestionar a las autoridades responsables. Dicen que no hay crítica posible si no se respalda en el método científico y sostienen que las criticas no pueden ser tomadas en cuenta porque tienen un sesgo político.

Al leer estos artículos, que aparentan ser neutrales, uno se encuentra una defensa velada a las autoridades, estos comunicólogos nos dicen: nadie que no sea científico o académico tiene conocimientos ni autoridad para cuestionar al gobierno y su estrategia, entonces no los cuestiones, ellos saben lo que hacen, esperemos que los muertos se sigan acumulando, no te alarmes, no te sorprendas, otros países también tienen más de 140 mil muertos, guarda silencio.

Estos articulistas señalan el sesgo político de quienes critican, desde las “redes sociales”, al subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López Gatell y a su estrategia de combate al COVID; pero omiten mencionar el otro lado de la moneda, el uso político que el gobierno le ha dado a la pandemia, no mencionan que desde el gobierno se califica de “enemigo” a cualquiera que señale sus contradicciones, no importa que sean los medios de comunicación, basta recordar que López Gatell, en noviembre pasado, arremetió contra los periodistas por “sumar día con día los casos”. Del uso político de las vacunas ya ni hablemos.

Omiten señalar que el presidente de la República y el mismo López Gatell desestimaron el potencial de la pandemia en múltiples ocasiones, esto cuando en el mundo ya había suficiente información para no hacerlo. No mencionan que el presidente dijo “no es para tanto” o “hay que abrazarse” y que el subsecretario dijo que la COVID era “similar a una gripa común”, que “la mortalidad era sumamente baja” y que no sería “una emergencia nacional ni tampoco una emergencia de salud”.

Omiten mencionar que el presidente de la República y el subsecretario de Salud, desestimaron por varías horas al día, por varios días, que fueron semanas, que se convirtieron en meses, el uso del cubrebocas, esto a pesar de que desde principios del 2020 se sabía que el uso de las mascarillas era indispensable en la estrategia integral de medidas para evitar la transmisión del virus y salvar vidas.

Perdón, pero para señalar estos despropósitos no hay que ser epidemiólogo. No hay que serlo para pedir empatía y ética en los funcionarios responsables de salvar la mayor cantidad de vidas en esta pandemia. No hay que ser epidemiólogo para exigirle al presidente de la República que use mascarilla, o pedirle al subsecretario de Salud que lo use cuando viaja en avión o cuando sale de vacaciones, o para pedirle que renuncie cuando actúa en contra de lo que él mismo promueve para los demás.

Si bien, los articulistas tienen razón en mencionar que la mayoría de críticas que se hacen en redes sociales carecen de contexto y son expresadas desde “el pecho” y no desde “la razón”, es importante no descartar el sentir de quienes se expresan en las redes sociales o en la calle; el debate social y político no se reduce al ámbito académico.

Y claro, saber que personas cercanas murieron a causa del COVID por no tener oportunidad de trabajar desde casa o que no tuvieron una atención oportuna, o porque nadie les dijo que ventilaran una habitación compartida, claro que es político, es personal y es político.

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